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El peligro de la firma del mexicano Cruz con Yomiuri

 

   El hecho de que el mexicano Luis Cruz haya firmado recientemente con los Gigantes de Yomiuri –y además con un merecido aumento de sueldo– sin duda representa un gran orgullo para el béisbol latino, pero al mismo tiempo invita a la cautela.

 

   La razón es muy sencilla. A casi todos los jugadores extranjeros que han firmado con el popular conjunto de Tokio, después de haber debutado exitosamente en la NPB con otro conjunto, les ha ido mal.

 

   Este problema no afecta en lo absoluto a aquellos foráneos que llegan directamente a la liga a jugar con Yomiuri, quienes como en todas partes a veces rinden bien y a veces mal, sino sólo a aquellos que pactan con el club después de haber tenido su primera experiencia en Japón con otra organización. Casi sin excepción, terminan pasando un mal rato en Tokio.

 

   Existen numerosos ejemplos que confirman esta tendencia, pero limitémonos a mencionar los más significativos.

 

   Roberto Petagine. Luego de ganar dos títulos de jonrones, uno de empujadas y un premio al Jugador Más Valioso con las Golondrinas de Yakult entre 1999 y 2002, el toletero venezolano firmó con Yomiuri en 2003 por el salario más alto registrado hasta ahora en la historia de la NPB: 720 millones de yenes por año (6 millones de dólares al cambio de la época). El club había perdido recientemente a Hideki Matsui, quien se fue a las Grandes Ligas como agente libre, y necesitaba un bateador de poder para remplazarlo. Debido a sus grandes logros con Yakult y su enorme salario, las expectativas acerca de su llegada eran enormes, pero al final éste no pudo cumplirlas. Sus números fueron muy buenos (34JR/81CE/.323PMD en 2003 y 29JR/84CE/.290PMD en 2004), pero algunas lesiones, el hecho de que lo sacaron de la primera base (su posición natural) para colocarlo en los jardines y, sobre todo, el choque cultural, terminaron limitando su paso por el club a sólo 2 temporadas y poniéndole prácticamente el punto y final a su carrera en el país. Su bajo perfil y su poca disponibilidad para hablar con la prensa pasaron siempre por desapercibidos en el modesto ambiente de trabajo de Yakult, pero una vez que hizo la transferencia al equipo más popular del país, donde decenas de periodistas deseaban entrevistarlo y fotografiarlo antes de cada partido, no pudo esconderse más y eso probó ser demasiado tanto para él como para el club.

 

   Karl “Tuffy” Rhodes. El poderoso toletero norteamericano llegó a Yomiuri en 2004 luego de haber jugado ya 8 temporadas en la NPB y haber cosechado 3 títulos de jonrones, 2 de carreras empujadas y un galardón al Jugador Más Valioso, además de haber igualado el que para entonces era el récord de cuadrangulares del país, 55. El pacto entre ambos fue por 550 millones de yenes (5,1 millones de dólares al cambio de entonces) y al igual que en el caso de Petagine las expectativas fueron inmensas, pero Rhodes terminó quedándose corto en su intento por cumplirlas. Sus números también fueron buenos (45JR/99CE/.287PMD en 2004 y 27JR/70CE/.240PMD en 2005), pero al igual que ocurrió con el venezolano su estadía en el club se acabó tras apenas 2 campañas. Una lesión y, sobre todo, su disgusto por ser culpado de todos los males del equipo cuando el resto de sus compañeros eran los que estaban cometiendo los errores, terminaron por precipitar su salida del mismo.

 

   Jeremy Powell. El derecho norteamericano fue uno de los lanzadores más destacados de la NPB en la primera parte de la década del 2000. Luego de cuatro exitosas campañas con los Búfalos de Orix, en las que cosechó un título de victorias y uno de ponches, firmó en 2006 con Yomiuri por 200 millones de yenes (1,7 millones de dólares para esa fecha) en medio de grandes expectativas que, una vez más, no pudieron ser cumplidas. No obstante, a diferencia de los casos anteriores, sus números simplemente no fueron buenos. Si a eso sumamos una lesión que lo dejó fuera de acción durante la mayor parte de 2007, el resultado final que obtenemos es el mismo de antes: su estadía en el club se limitó a sólo dos temporadas.

 

   Incluso en aquellos casos en los que, al principio, los extranjeros que firmaron con Yomiuri luego de jugar con otros equipos de la NPB tuvieron éxito, luego de 2 o 3 años el resultado final terminó siendo la inevitable salida de los mismos del equipo por su decaído rendimiento o alguna lesión. Los dos mejores ejemplos que ilustran este escenario son el del surcoreano Seung-Yeop Lee y el norteamericano Seth Greisinger.

 

   La única excepción a la regla parece ser la del venezolano Alex Ramírez, quien se alzó con el premio al Jugador Más Valioso de la temporada regular en sus dos primeras temporadas con el club en 2008 y 2009, tuvo una fenomenal campaña en 2010 (49JR/129CE/.304PMD) y un año modesto en 2011 (23JR/73CE/.279PMD), luego de que la adopción de una nueva pelota oficial de la liga causase estragos a la ofensiva de todos sus conjuntos.

 

   A pesar de todo, Yomiuri quería renovarlo para 2012, pero fue él quien decidió cambiar de aires luego de que, al igual que Rhodes, se cansase de ser culpado del mal rendimiento del conjunto cuando sus números en 2011, por muy modestos que parezcan, terminaron siendo los mejores del equipo.

 

   Las causas de este maleficio que casi sin excepción afecta a todos los peloteros foráneos que llegan a Yomiuri vía otro club de la NPB y que tememos podría perjudicar también al mexicano Cruz son muy fáciles de identificar.

 

   La principal y más importante de ellas es la increíble falta de paciencia que tiene el equipo. Por tratarse del club más famoso, laureado y popular de Japón, todos los miembros de su organización, desde el dueño hasta el que limpia los baños en el estadio del conjunto menor, son vigilados y evaluados 24 horas al día y 365 días al año en todos y cada uno de sus movimientos por parte de los medios locales.

 

   El error más insignificante es convertido en un escándalo en el que alguien debe tener la culpa y además debe pagar por ella, por lo que resulta hasta natural que un jugador que cometa un error en un partido sea regañado públicamente por su manager al regresar al dugout y que un extranjero que gana mucho dinero sea culpado de todos los males del equipo, incluso cuando él no sea el responsable.

 

   Así mismo, es casi lógico que ese mismo foráneo que cobra en millones y que se supone que debe deslumbrar con su rendimiento desde el primer juego de la temporada sea bajado al equipo menor cada vez que pasa por una mala racha.

 

   Ante tanta vigilancia y escrutinio, el equipo no puede darse el lujo de tener paciencia. Si el pelotero no arroja los resultados esperados de inmediato, hay que crearle un plan de acción para corregir su rumbo lo antes posible.

 

   El mal uso de los importados que contrata el club es otra de las grandes causas del problema. Resulta muy común que el conjunto firme peloteros que en realidad no necesita y que, para colmo, los ponga a jugar en posiciones que desconocen, como ocurrió en el caso de Petagine.

 

   Eso no puede sino perjudicarlos y además colocarlos en una situación que los convertirá, inevitablemente, en el blanco de todas las críticas de la prensa cada vez que algo salga mal.

 

   Luego está el hecho de la imagen del club como institución, que debe ser resguardada en todo momento. La imagen es uno de los valores más importantes de la cultura japonesa y el más mínimo daño que sufra podría tener consecuencias catastróficas para el bienestar de la compañía o el individuo en cuestión.

 

   Los jugadores, por estar constantemente expuestos a los medios, son las principales víctimas de los extremos a los que puede llegar el club para proteger su imagen. Las normas disciplinarias que deben seguir son tan rigurosas (se les instruye en todo, desde cómo portarse durante una entrevista hasta qué hacer en sus ratos libres y cómo manejar su vida sexual) que no resulta sorprendente que el ambiente pueda tornarse insoportable para un extranjero que no está acostumbrado a la cultura empresarial japonesa.

 

   Es por esto que tememos por el futuro de Cruz en el equipo y en la NPB en general. Al camarero azteca no le resultó nada fácil adaptarse al estilo de juego de la liga cuando llegó en 2014, por lo que es posible que este cambio lo afecte más de lo que él mismo pudiera esperar.

 

   Si bien es cierto que llegará a Yomiuri con 2 campañas de experiencia japonesa sobre sus hombros, también lo es que tendrá que acostumbrarse ahora a una serie de lanzadores que casi no ha enfrentado y, sobre todo, al estilo casi militar en el que funciona el equipo.

 

   Las dos primeras cosas que se verá obligado a cambiar apenas llegue a los entrenamientos primaverales serán su barba y su manía de mascar goma, ya que ambas cosas están prohibidas en el equipo. Deberá afeitarse la primera y abandonar la segunda desde el primer día, sin derecho a reclamo.

 

   Luego, es posible que sus entrenadores le prohíban soltar la bola directamente desde su guante cuando realiza jugadas en la segunda base porque, desde su punto de vista, esa no es la manera correcta de defender.

 

   Cuando jugaba con los Marinos de Lotte lo hizo infinidades de veces y eso se tradujo en varias jugadas espectaculares que repitieron hasta el cansancio las distintas cadenas televisivas, pero en Yomiuri parece difícil que pueda darse ese lujo.

 

   Roguemos, además, que no lo manden a los jardines o a la primera base, porque fuera de su posición natural las cosas sí que se le harían intragables. Yomiuri tiene años buscando un camarero de calidad y Cruz parece destinado a cubrir ese puesto, pero no sería la primera vez que el equipo hiciese una movida descabellada como esa.

 

   Por si eso fuera poco, otros detalles más pequeños, como pedirle al club que le dé más descanso durante las prácticas para poder reservar su energía para los juegos, podrían serle negados también. Con Lotte, esa sugerencia fue escuchada, evaluada y aprobada, pero con Yomiuri puede que ni siquiera sea escuchada.

 

   Con todo esto no queremos decir o pronosticar que al mexicano le irá mal con Yomiuri, sino simplemente advertir lo difícil que le será triunfar en ese conjunto, que además está pasando por un mal momento y que cada vez que algo le salga mal intentará culparlo por ello.

 

   La transición de Ramírez de Yakult a Yomiuri fue impecable, al punto de que no sólo se ganó el cariño inmediato de los fanáticos sino que también se convirtió en una de las principales figuras foráneas de la historia del club.

 

   ¿Podrá hacer lo mismo Cruz? Sin duda es posible, pero lamentablemente la historia nos ha mostrado hasta ahora que lo más probable es que ocurra lo contrario.

 

Columna: El Bate del Samurai

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El Dato

El dominicano Balvino Gálvez es el lanzador latino que más victorias ha logrado en una sola temporada de la NPB con 16, obtenidas en la campaña de 1996. Le siguen en la lista el puertorriqueño con Dicky González con 15 (2009) y su compatriota Robinson Checo, también con 15 (1995).

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